Anorexia, enfermedad que ataca a niñas y niños

 

 

Una mujer en bata blanca y dos hombres de gran estatura fueron las primeras personas que Sofía vio en su recámara cuando despertó un día de mayo. Una sola frase detonó su ataque de pánico: “Tenemos que hablar de tu trastorno de alimentación”. Entre negaciones e intentos fallidos por escapar, el cuerpo sin fuerza de esta joven de 20 años terminó por ceder. Con la poca energía que le quedaba, abordó una camioneta parecida a una ambulancia que la llevó a la clínica de la fundación Ellen West.

Entre 2014 y 2016, 6 mil 432 personas sufrieron algún trastorno alimenticio. Dos de cada cinco tenían entre 10 y 19 años. 18 mil casos no se diagnostican anualmente, según expertos

 

“Fue tanto el miedo que experimenté al imaginar mi vida sin la anorexia que me tuvieron que sedar”, relata desde la casa en la que vivió los últimos cuatro meses.

De 2014 a 2016 se diagnosticaron a 6 mil 432 mexicanos con algún tipo de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) —anorexia o bulimia—, de acuerdo con los datos del Anuario de Morbilidad de la Secretaría de Salud (Ssa). Dos de cada cinco, es decir 2 mil 602, tenían entre 10 y 19 años. En ese periodo, los diagnósticos en personas en ese rango de edad pasaron de 737 a 939. Cada año, en promedio, 867 jóvenes modificaron sus hábitos alimentarios por sentir alguna clase de rechazo hacia su cuerpo.

Sofía vivió cinco años con anorexia.

Con 1.72 de estatura, pasó de pesar 66 kilos a 45.

 

Cada vez más jóvenes

A pesar de que estos trastornos se presentan a cualquier edad y no son exclusivos de un sector de la población ni de clases sociales, actualmente los niños y adolescentes son los principales afectados.

De 2014 a 2016 se diagnosticaron 2 mil 602 casos entre los 10 y 19 años. De ellos, mil 306 eran jóvenes de 15 a 19, pero los niños entre 10 y 14 sólo quedan en segundo lugar, con una diferencia de 10 pacientes.

Cuando Sofía comenzó con el trastorno tenía 15 años. Cursaba el primer grado de preparatoria y deseaba ser más delgada . Además, su altura también le generó complejos. “Siempre tuve miedo de ocupar más espacio”, confiesa con voz temblorosa.

Lidiar con la enfermedad

Dejar mechones enteros de cabello en el cepillo era normal, y hasta natural, para Sofi. Su periodo menstrual dejó de presentarse, su corazón se aceleraba constantemente sin razón. Incluso sufrió algunos desmayos. Pero después de un par de años esto dejó de importarle. A diferencia de muchas personas que padecen un TCA, Sofía era consciente del daño que le ocasionaba a su cuerpo. “Me decía: Hay gente que tiene diabetes, se inyecta insulina y vive con eso. Yo no como, me voy a desmayar, pero ni modo”, relata.

Los especialistas difieren respecto a si una persona es consciente o no de su condición. “Es una enfermedad llena de secretismo y mentira. Además, los intentos del paciente por ocultarla hace más difícil que se logre detectar”, comenta Adalberto Levi, subdirector clínico de Ellen West.

Sofi relata de manera tranquila que aunque sabía que no estaba viviendo bien, tampoco vivía “tan mal”. Esconder su enfermedad no fue difícil. Pasaron cinco años antes de que su hermana se diera cuenta de su condición.

En algún momento visitó nutriólogos y sicólogos. Había días en que comía muy bien, pero otros en los que su miedo hacia la comida regresaba y el sentimiento de que cualquier alimento la engordaría se apoderaba de ella. La enfermedad volvía a atacar.

De los 15 a los 20 años pasó por etapas de completa restricción. Ayunos, comida “healthy”. Incluso llegó a vomitar para deshacerse de los alimentos que en sus momentos de mayor hambre consumía. “Yo tenía el pensamiento racional de que comía bien, porque comía muy sano, pero lo cierto es que hay un umbral muy delicado en toda esta tendencia saludable”, dice Sofía.

Entre 2014 y 2016, los diagnósticos por anorexia y bulimia en el país aumentaron de mil 741 a 2 mil 375. Aunque las mujeres predominan, estos trastornos no son exclusivos del sexo femenino. Cada año más hombres son diagnosticados. En 2014 la estadística era de 468 y en 2016 subió a 679 varones.

La mayor preocupación de estas enfermedades es que se tratan de manera tardía. “Una persona de 50 años puede tener 25 años lidiando con la enfermedad y ser diagnosticada tiempo después”, comenta el especialista de la Fundación Ellen West.

Las estadísticas tampoco son precisas debido a que aproximadamente 70% de las personas que padecen un TCA no se diagnostican, estima el doctor Levi. El Universal

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